miércoles, 30 de noviembre de 2011

¿En qué se nota la llegada del invierno?

Desde luego, el invierno aun no ha llegado. Sin embargo, ya hace fresquito en comparación con la temperatura de hace un mes y por tanto, se convierte en el tema inicial de conversación de las charlas insustanciales de MSN grupales, generalmente acontecidas entre las tres y las cinco de la mañana. Si no habéis tenido esta experiencia, probadlo. Es en esos momentos en los que te das cuenta de cuánta gilipollez habita tu cerebro y cuánta facilidad tiene para fluir en cuanto faltan unas horitas de sueño. Bueno, volviendo al tema que nos ocupa: el invierno. Si somos realistas, pocos dicen que notan la llegada del invierno en cuanto es 21 de diciembre. Esa sensación de cambio de estación la advertimos antes, ya sea con expresiones poéticas, reverenciando al capitalismo citando la Navidad o subiéndonos por las paredes a la hora de pensar en los regalos y lo que costarán  (amén de encontrarlos entre las hordas de consumistas que toman anualmente los centros comerciales. Por cierto, nótese que me quejo mucho de este sistema y de sus componentes, pero yo soy la primera manirrota caprichosa.)

Pues de eso hablábamos, más bien opinábamos. Se sacaron estas conclusiones:

-El invierno llega con el viento frío.

-El invierno llega con las luces de Navidad.

-El invierno llega con los anuncios de lotería.

-El invierno llega con el olor a castañas calentitas en la calle (reconozco que estoy de acuerdo con esta.)

-El invierno llega cuando lo dicta el Corte Inglés.

Y después de eso, me llega a mí la pregunta.

-¿Cuándo se llega el invierno?

-Para mí ya ha llegado. Llega cuando mi libido decide migrar a lugares donde yo no pueda encontrarla para pasar el invierno.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Cumpleaños.

Por suerte o por desgracia, tengo una familia muy numerosa. No me refiero a aquella con la que convivo a diario, puesto que en casa solo somos padre, hija desviada y espíritu santo de género femenino que tira del carro y de los dos cabestros anteriores. Pero sí tengo tíos y primos a raudales, y además me podría forrar si los vendiera como esclavos porque son de lo más variopintos dentro del pijerío de los burguesitos cuyo acto de rebeldía "juvenil" consiste en tener un grupo de música. Son muy currantes y no se quejan de nada. Eso sí, son bastante peperos y los que van de izquierdas es por pura hipocresía (aunque se les quita rápido con un par de latigazos, no vais a conseguir que os rebaje el precio por eso.).

Debido a esa familia numerosa, que creo roza la treintena, siempre hay alguien que cumple años en todos los meses y como son tan de rollito happiness y todos nos queremos, nos juntamos en la casa del pueblo a celebrar la fiesta de cumpleaños del pobre desdichado de turno. Y ojo, que no se olvidan. Anda que no habré intentado yo veces ningunear la fecha en que me tocaba a mí pasar por la tarta de la vergüenza...

Total, que en esas celebraciones nos juntamos y nos asamos de calor en la sala que, aunque grande, no está preparada para semejante marabunta generadora del infernal ruido que reina en la casa debido a las conversaciones, que tanto en machos como hembras acostumbran a ser cuadriculadas. Los hombres siempre hablan de música, no se cansan y el tema parece sempiterno. Caso similar el de las mujeres, que cuentan sus batallitas sucedidas en Facebook, su trabajo o cosas de casa (bueno, al menos hay ligeras variaciones). Mientras tanto, los niños, filas entre las que me encuentro, nos recluimos en una habitación al otro extremo de la vivienda para jugar a las mismas tonterías de siempre, pero de las que no nos cansamos. Nos quejamos de la rutina, cuando el hecho de quejarnos de la susodicha ya la compone... en fin, eso es harina de otro costal.

Estas fiestas por lo general tienen sus más y sus menos. El primero de sus menos es el que se acontece antes de la fecha fijada para celebrarlas. Me refiero a comprar regalos. ¿Qué coño le regalas a alguien que tiene de todo y que no cueste más de 30€? generalmente, solemos contribuir a un regalo común para quitarnos de historias. Aunque eso es lo que hacen todos. Yo no he estado presente, pero apuesto mi vida a que se acontecen terribles y sangrientas batallas por participar en el regalo común y ahorrarse el ir a buscar algo por los dominios de los centros comerciales. Seguro que llueven hostias y dientes. Me resulta muy fácil imaginar la escena y por mera, felina y morbosa curiosidad me gustaría poder presenciarla algún día (ahora, desde algún lugar seguro. Que se abran cabezas a base de golpes con las esquinas de la caja portadora del regalo, pero preferentemente no la mía.).

Punto número dos: el viaje. Valdeporrillo estará... no sé, como a tres cuartos de hora desde donde vivo. Tiempo suficiente como para que de un palo horroroso pagar 3€ de billete de autobús. No, no tenemos coche, te lo digo antes que preguntes. Por ello, los abuelos nos llevan en su súper coche con su mega ambientador de pino colocado para disuadir a cualquier ladrón de tratar de mangarles la radio. De verdad, no os imagináis el poder que tiene esa cosa, es que ni alarmas ni mierdas, poned un ambientador de pino. El slogan de Ambipur sebería ser "AmbiPur de pino, el Destructor de Pituitarias" o algo por el estilo. Aparte de la jodedumbre que produce el susodicho liquidito, a servidora le toca ir en el medio entre Padre y Espíritu Santo, más acalorada que la leche. Entonces, nos ponemos en marcha. La Yaya toa happy (y pesada) que nos cuenta toda su vida y el Yayo to' borde que la manda callar y además está caracterizado por un volantazo duro. Resultado: cascos antisociabilización al rescate. Y ya salvada de las charlitas insustanciales me digo: "pues vamos a mirar por la ventanilla, a ver el paisaje". Paisaje que tras el deslumbrante (y digo deslumbrante en sentido literal) túnel de la M-30, se convierte en un baldío casi interminable. De hecho, yo no lo he visto terminar, puesto que la parcela de la casa está más seca y yerma que la vagina de una amargada que yo me sé.

Y llegamos al punto tres y el que yo diría que me jode más de todos: la hora de la cena. En estas fiestas se organiza una macrocena (bueno, en función de lo tacaño que sea el del cumpleaños) que a duras penas cabe en la única mesa que tenemos. Eso significa que es conveniente apostarse lo antes posible frente los alimentos y ahorrarse las bendiciones para momentos menos críticos. Como animal previsor que soy, no me muevo de al lado de la mesa en todo momento. Vamos, como si estuviera pariendo la pobrecilla. Total, que se abre la veda y podemos comer. Gracias al plan divino de Dios, soy un tapón que a penas llega al metro sesenta, lo cual es una desventaja porque ¡Oh!¡Sorpresa!, cuando hay que apoyarse en alguien para poder acceder a la comida se forma una cola gigantesca para usarme a mí como báculo de su vejez o más bien ese morro plano y negro de tanto pisotearlo que tienen. Algunos me hacen una caricia en la cabeza para disimular, mientras que otros me preguntan algo mientras acceden al ansiado alimento (y claro, cuando ya lo tienen se la suda mi respuesta a la pregunta, por lo que me dejan con la palabra en la boca) y otros diréctamente se apoyan descaradamente en mis hombros sin decir nada o comentando algo del tipo: "A ver...", porque no tienen la hombría suficiente como para decirme: "A ver, que te voy a utilizar.". Al final, aun estando en primera fila, acabo muriéndome de hambre por culpa de los tiranosaurios que sobrepasan el metro ochenta con los que me ha tocado estar emparentada.

Podría quejarme de más cosas, como las cancioncillas en las que cada cual va al tono que más le apetece (y luego son músicos ¿eh? cuidao) pero no me apetece, creo que ya he vuelto a despotricar más de la cuenta y me voy a quedar sin cosas de las que quejarme para Navidad.

Cambios.

Creo que mi última entrada fue allá por el mes de mayo. Han pasado muchas cosas desde entonces y la mayoría de ellas mataron mis ganas de seguir escribiendo el blog. Pero bueno, sigue aquí y tras muchos cambios y al borde de una nueva época de exámenes me ha aflorado la vena procrastinadora que me inspira a volver a esta página. No voy a contar qué ha pasado con mi vida porque realmente a nadie le importa y yo misma no quiero darle más importancia que la que tuvo en su día.

En septiembre empecé con el bachillerato de humanidades, el cual me está gustando muchísimo. La verdad no me puedo quejar de casi nada. Nimiedades, tampoco vamos a ponernos lloricas. Los gatos siguen obesos y... bueno, tampoco tengo nada que decir.

En fin, espero estr aquí más tiempo que la última vez.

miércoles, 8 de junio de 2011

Terror al acecho: El arte de usar los servicios de un instituto.

No esperes encontrar un servicio limpio en el instituto, desinfectado, con jabón para lavarse las manos y menos aún papel higiénico. Existen, cierto es, pero esos son los de profesoras.

Hoy voy a hacer un tutorial para toda aquella que aún no tenga muy claro cómo protegerse a la hora de utilizar un serivicio público.

1. ¡Aguanta como puedas!

Si puedes evitar ir al servicio, mejor. Te ahorrarás sufrimiento. Ahora, no seas bestia, no dejes que te exploten los riñones. Si es completamente necesario, ármate de valor y acude al servicio más cercano.

2. Saber elegir.

Vale, te meas. No hay posibilidad de aguntarse. No hiciste pipí en casa antes de salir como te dijeron tus papis de pequeña, y la has cagado. Bien, no voy a reñirte por ello, es algo natural. Generalmente, hay varios retretes entre los que elegir. Se inteligente, no te vayas al que tenga la tapa levantada, restos de pis o pelos (o lo tres a la vez en el peor de los casos) busca el más limpio.

3. La manera de sentarse correctamente.

Bueno, sentarse... sentarse ni de coña. Que las enfermedades que se pueden pasar son invisibles. Es incómodo, pero lo suyo es ponerse en un plano lo suficientemente equilibrado como para no tocar la taza del váter y lo suficientemente inclinado para no mear fuera. ¡Pero espera!¡Antes de realizar ese paso debes hacer algo, y no, no es bajarse los pantalones/falda (Joder, eso es demasiado evidente ¿No, nena?)! Si no hay papel, debes extraer lo antes posbile un pañuelo de tu bolso. Si lo haces después de vaciar, lo que ocurrirá es que corres el riesgo de empaparlo todo, incluida tu ropa interior, en busca de un pedazo de papel de tu bolso, pues tendrías que incorporarte y etc, etc.

4. Manten el equilibrio.

Bueno, esta ya es la fase de expulsión. No te preocupes de nada más que mantener el equilibrio.

5. ¡Tira de la cadena!

Que la anterior "fémina" que utilizó el váter no tenga la suficiente decencia y limpieza de tirar de la cadena o limpiar el rastro que deje, no significa que tu debas ser como ella. Y, claro está, lávate las manos.

Y aquí termina el tutorial. Espero que esto os ahorre descubrimientos desagradables con respecto a los servicios públicos.

lunes, 6 de junio de 2011

La tormenta, una historia de superación madre e hija.

Antes de comenzar esta entada, quiero pedir un favor a todo aquel que lea este blog, ya sea por casualidad o por que lo sigue o lo que sea, no me importa.

Visualizaesta imágen: Un parque natural sometido a la fuerza e una fuerte tormenta. A dos mujeres pelirrojas, madre e hija, empapadas, con toda la ropa transparentada en medio de ese parque y con miedo de los rayos que caen. Si van hacia atrás seguirán igual que si van hacia delante, por lo que luchan por ir adelante. Hace frío. El estrés les causa risas, la una tira de la otra... bien, visualízala mientras escuchas esto:

Ok, ahora me voy a dejar de tragedia barata y voy a contar la verdadera historia. Es muy similar a lo que he contado, pero más detallado.

Todo comenzó el sábado por la tarde. Mi madre y yo estábamos tan tranquilas en casa cuando decidimos salir a dar un paseo. Quería buscar inspiración desde las barcas del retiro, puesto que tras casi un año de sequía creativa he conseguido tener ideas para escribir. Salimos bien fresquitas porque hacía solecito y se estba a gustito en la calle.

Chispea. Le digo a mi madre que solo son cuatro gotas, que sigamos adelante. Y así lo hacemos. Deja de chispear. Entramos en el Retiro y tan contentas. Caminamos escuchando música con sonrisas en la cara, vamos, de anuncio que estábamos. Yo, tan pensando en mis cosas que iba, que me torcí el tobillo y me dí uno de los piñazos de mi vida (Aunque no tan desastroso como mi caída del imperio romano personal. Ya contaré esa historia más adelante). Esto provocó que me pusiera de mala leche debido a mi orgullo herido. Mi madre, ejerciendo de madre, me dijo que si estaba bien, si me dolí, si volvíamos a casa... pero yo no estaba de humor para preguntitas de cortesía, así que le espeté:

-Anda, calla y escucha música, hermosa.

Nada más soltar eso, se me pasó la mala leche y nos empezamos a reír. Mi madre me ofreció llevar el cuaderno que llevaba en la mano, acepté. Mi mala leche provocó la ira de los dioses, y empezó a llover con sutileza. Y maldita la hora en que le dije a mi madre:

-¡Protege ese cuaderno con tu vida!

Primer rayo. Decido guardar el cuaderno bajo mi camiseta. Para cuando llegamos a la zona de la feria del libro, la gente había comenzado el efecto pingüino (arrejuntamiento multitudinario) bajo los toldos de los puestos. Pero nosoras ya hechas una sopa, seguimos adelante. Partiéndonos la caja, ella no se creía lo que pasaba y yo cantaba bajo la llvia, lo que, según creo, hizo que los Dioses se lo tomasen como una afrenta terrible y se vengaron pero bien con el diluvio universal adaptado al 2011. Total, que llegadas a las barcas a las que yo quería subir, el cielo estba gris, hacía viento y con la lluvia no se veía prácticamente nada.

No sabíamos si volver a casa o seguir rumbo al McDonald's, que era nuestro plan en un principio. Y tal y como estaban las cosas, nos decantamos por perseguir nuestra ansiada hamburguesa. Y así, con los zapatos llenos de agua cual Titánic, continuamos con nuestro camino, esperando a despertarnos en cualquier momento y ver que esta situación solo había sido un mal sueño. Pero no.

Aún así, nos alegró ver que no eramos las Forever Alone del Retiro. El diluvio también le afectaba a mucha más gente. Mal de muchos, consuelo de tontos, pero ¿Quién rechaza tal consuelo cuando está viendo que se va a pillar la pulmonía de su vida? Además de las bromas que hacíamos al respecto con la situación, que nos tenían matadas de la risa, situaciones como la del grupito formado por 4 hombres y una fémina se paró en seco para gritarle a la mujer:

-¡¡Ana, coño, no te pintes ahora!!

Cabe destacar que ella era la única que llevaba paraguas y que los demás estaban en una situación como la nuestra. Y entonces, como una burla, aparece un brillante sol entre las nubes, sólo para recordarnos su existencia. Pero eso no significaba que fuese a parar de llover, nah. Siguió lloviendo a mares, incluso mientras que comíamos. Para colmo, el secador del restaurante no funcionaba, así que dejamos un rastro de agua por todo el lugar.

Y así termina la trágica historia. Con muchos buenos recuerdos, pero a mí me ha dejado la espalda tocada.

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Amanece el Jueves 2 de Junio del año 2011. Me levanto dispuesta a todo. He sido capaz de comprender por completo el libro de matemáticas. Voy a recuperar las de tercero. Y para más seguridad, tengo una pastilla anti estrés, valium pero más suave. Desayuno, me tomo la droja y me disponggo a arrasar.

Al principio, tenía miedo de quedarme fumada perdida, pero a medida que me iba acercando al insituto comprobé que no era así, que solo me relajaba. Así que viví una mañana sin estrés. Contenta, me resultaba alentador saber que no iba a estresarme en el examen de mates... ¿Que no?¡Juas!

Mi suerte, aparentemente óptima por una vez en mi vida, se convirtió en desgracia al llegar la quinta hora. Observo a mi cari, mi niña, el amorcito de mi vida. Vamos, como de costumbre. Y me quedo embobada pensando en ella y en lo linda que es. Pensé en ella como otro punto inspirador a la hora de hacer el examen. FAIL con todas sus letras.

Mi niña llevaba sus cosas tapándole el pecho, por lo que yo la veía como siempre, tal y cual, que tierna que linda... deja las cosas en su mesa. Horror. Mi mayor deseo se ha cumplido. Se ha puesto escote. A la mierda el efecto de las pastillas. Se estaba consumiendo a base de evitar que me pusiera roja como un tomate y me empezase a sangrar la nariz descontroladamente (No sería la primera vez que me pasa en circunstancias similares a esta). Total, que el apoyo pastilla se fue al carajo. Bien, aún me quedaba el depósito de emergencia, el apoyo concentración. Llevaba toda la mañana mentalizándome. Pero claro, este suceso paranormal hizo que solo pudiera fijar la atención en ella y su escote y que se me fuera la cabeza a mundos al límite de la realidad.
Tras 55 minutos de sensaciones agridulces (No estoy segura de lo que sentía. Por un lado me gustó, por otro me resultó incómodo), y aunque a salvo de la temida hemorragia nasal, me estresé pensando en el maldito examen. Comí acelerada, y sentí una especie de tic nervioso en mi párpado. Los minutos se me hacían demasiado cortos, total que cuando quise darme cuenta ya solo faltaban 10 minutos para el examen.

En mis últimos segundos de "tranquilidad", Charlie me prestó su boli de la suerte y yo pisé lo que parecía ser una cagada de paloma. Bien, esto me dio seguridad

-Vale, a ver, le he visto el escote a mi niña, tú me has dejado el boli de la suerte y he pisado una mierda...¡Esto tiene que ir bien como que hay Dios!

Inocente de mí, así lo creí. Las tres y media, cinco minutos para el examen. Me tiré a por el edificio E como si no hubiera mañana mientras que como buena friki y jugadora de World of Warcraft grité:

-¡¡¡¡¡POR LA HORDAAAAA!!!!¡¡¡¡Y POR LADY SYLVANNASSSSSSS!!!

Total, que llego al sitio, enseñó el carnet del instituto y me dan mi examen. Lo leo. Mi reacción mental fue esta (Mirar a partir del segundo 0:23 y poner el volumen bajito para evitar infartos)


Ok. No es que no me supiera nada, al contrario, en teoría me lo sabía (Bueno, esto podré confirmarlo cuando tenga los resultados del examen), lo que pasa es que los muy hijos de su madre me pusieron lo más difícil y rebuscado de cada tema. "Cuentas raras, circunferencias sin radio... ¿¡Pero esto que coño es!?" fue el pensamiendo que rondó mi cabeza. Así que tratando de mantener la calma, hice el examen como buenamente pude y salí.

Al salir, pasé primero unos minutillos sin pensar en nada, sin escuchar música y caminando como programada. A mitad de camino me puse la música y me eché a llorar con todas mis fuerzas. Y luego en casa me puse a despotricar contra todo el mundo a lo bestia entre lágrimas. Pero ahora ya estoy bien, creo...

No sé cuándo me dirán algo del examen, pero ya os contaré como finaliza esta tragicomedia.

domingo, 29 de mayo de 2011

Felices ideas que pueden matar: El baño de leche.

Era una tarde de Abril, me parece. Estaba tumbada en la cama, curioseando por internet sin tener un tema fijo. Estaba sola en casa, mi madre estaba ensayando para su obra de teatro y mi padre trabajando. Aquel día estaba teniendo una crisis de las mías en las que me cojo una "depresión". Y esa "depresión" fue la que intentó hacer que mi subconsciente me suicidase en la bañera.

Como iba diciendo, estaba echándole un vistazo a chorraditas varias del interné. Y así acabé encontrando un artículo sobre relajación, y en él eran citados los baños de leche. Decían que era bueno para la relajación y para la piel por algo del ácido lático... no me enteré demasiado, ni tampoco sé si ese era el nombre de aquella propiedad maravillosa de la leche para la piel. Pero como al día siguiente iba a ser miércoles y por tanto me tocaba arreglarme ¿Qué mejor que tener una piel libre de espinillas e imperfecciones y más chorradas de anuncio de producto semiplacébico anti-acné?

Me puse manos a la obra. Calenté dos vasos de leche en el microondas mientras que dejaba la bañera llenarse. Dejé el primer vaso calentando y fui a controlar la bañera. Al sonar la campanita, corrí por la leche. Estoy completamente segura de que mis huellas dactilares fueron eliminadas por completo cuando entraron en contacto con aquel vaso. Lo dejé en la encimera lo más rápido que pude para evitar perder el tacto para siempre y, por consiguiente, se derramó parte del mismo por la encimera. La limpié y fui a derramar el vaso sobre el agua de la bañera. Con mi orgullo herido debido a la incapacidad de calentar un vaso en el microondas a mis 15 años (Sí, siempre que pongo algo o me sale helado o hirviendo. Y aún a pesar de tener ya cierta experiencia, parece que no aprendo de mis errores, como en la mayoría de aspectos de mi vida), calenté el siguiente y este me salió helado. No quise tentar a la suerte, así que lo derramé en la bañera.

Encontré dos velas y las puse alrededor de la bañera, y luego cogí incienso. Había tres paquetes y hacía tanto que no usaba uno que elegí el que decía "Fuego". Antes de encenderlo todo fui por algo de canela (Afloró mi vena creativa). Cogí la PSP para ponerme música, encendí el incienso y las velas, apagué la luz eléctrica y cerré la puerta del baño, no quería ser molestada por mis bestias domésticas. Y así, creyéndome la mismísima Cleopatra, entré a la bañera enseguida. Primer error. Con tanta atención que le presté a la leche, debí de dejar el agua caliente corriendo sin agua fría. Frené mis ganas de gritar aunque me estaba cociendo viva e intenté disfrutar del olor. La visión era agradable. Me relajé en la bañera, tumbándome mientras que suspiraba. Pero como a veces no me controlo, me tumbé de tal manera que salpiqué todo. Vela 1 murió, dejándome más cerca de la oscuridad total. Pero aún así, no perdí la calma. Así, pues, cogí a Vela 2 para intentar encender a Vela 1. La poca cera que había cayó sobre mi dedo pulgar. "¡Auch!". Dejé a Vela 1 sin encender, a Vela 2 muy rápido sobre el borde de la bañera y a mi dedo que además de perder las yemas se había cocido la uña. Cuidadosamente, volví a intentar relajarme. Conseguí pasar unos cinco minutos de tranquilidad.

Pensé en cosas bonitas y cosas en plan autoayuda como las olas del mar en una isla paradisíaca.

Pero no tardé en marearme. Así que me incorporé. Recordé que aquel incienso era el único de los tres que en ocasiones me mareaba. Acabé estornudando... sobre Vela 2. Se apagó, y al estar cerca del borde se cayó. Oscuridad.

-Acojonante.-Sólo pude decir eso.

Empecé a sentir materia sólida tocando mi cuerpo. Me asusté, hasta que me di cuenta de que era la cera. Para colmo, la música se apagó. Olvidé poner a cargar la PSP. Soledad, oscuridad y silencio. Empapada en leche, agua y sudor, salí de la bañera, inundando el baño. Pensaba "Verás, ahora no se abrirá la puerta". Con miedo, la intenté abrir. Afortunadamente, así fue. Aún así, aún estaba asustada. Pensé en aquella imagen que había encontrado esta mañana en internet. (Si alguien quiere buscarla, que ponga "Squidward's suicide" La encontré mientras que veía unos vídeos de Bob Esponja. Casualmente, llevaba varios días con miedo a encontrarme algún día con los alrededores de mis ojos negros y los mismos inyectados en sangre. Cuando ya vi esa imagen fue como... no sé, pero llevaba asustada por esa imagen unas horas). Encendí la luz y mis miedos se desvanecieron.

Así que tomé una simple ducha y me puse a darlo todo cantando felizmente y me sentí mucho más relajada de lo que hubiera podido sentirme con ese baño de leche. Al salir me fui con mis gatos, contra los que tuve que luchar por la posesión de mi cama, y me reí de todo lo sucedido.