domingo, 29 de mayo de 2011

Felices ideas que pueden matar: El baño de leche.

Era una tarde de Abril, me parece. Estaba tumbada en la cama, curioseando por internet sin tener un tema fijo. Estaba sola en casa, mi madre estaba ensayando para su obra de teatro y mi padre trabajando. Aquel día estaba teniendo una crisis de las mías en las que me cojo una "depresión". Y esa "depresión" fue la que intentó hacer que mi subconsciente me suicidase en la bañera.

Como iba diciendo, estaba echándole un vistazo a chorraditas varias del interné. Y así acabé encontrando un artículo sobre relajación, y en él eran citados los baños de leche. Decían que era bueno para la relajación y para la piel por algo del ácido lático... no me enteré demasiado, ni tampoco sé si ese era el nombre de aquella propiedad maravillosa de la leche para la piel. Pero como al día siguiente iba a ser miércoles y por tanto me tocaba arreglarme ¿Qué mejor que tener una piel libre de espinillas e imperfecciones y más chorradas de anuncio de producto semiplacébico anti-acné?

Me puse manos a la obra. Calenté dos vasos de leche en el microondas mientras que dejaba la bañera llenarse. Dejé el primer vaso calentando y fui a controlar la bañera. Al sonar la campanita, corrí por la leche. Estoy completamente segura de que mis huellas dactilares fueron eliminadas por completo cuando entraron en contacto con aquel vaso. Lo dejé en la encimera lo más rápido que pude para evitar perder el tacto para siempre y, por consiguiente, se derramó parte del mismo por la encimera. La limpié y fui a derramar el vaso sobre el agua de la bañera. Con mi orgullo herido debido a la incapacidad de calentar un vaso en el microondas a mis 15 años (Sí, siempre que pongo algo o me sale helado o hirviendo. Y aún a pesar de tener ya cierta experiencia, parece que no aprendo de mis errores, como en la mayoría de aspectos de mi vida), calenté el siguiente y este me salió helado. No quise tentar a la suerte, así que lo derramé en la bañera.

Encontré dos velas y las puse alrededor de la bañera, y luego cogí incienso. Había tres paquetes y hacía tanto que no usaba uno que elegí el que decía "Fuego". Antes de encenderlo todo fui por algo de canela (Afloró mi vena creativa). Cogí la PSP para ponerme música, encendí el incienso y las velas, apagué la luz eléctrica y cerré la puerta del baño, no quería ser molestada por mis bestias domésticas. Y así, creyéndome la mismísima Cleopatra, entré a la bañera enseguida. Primer error. Con tanta atención que le presté a la leche, debí de dejar el agua caliente corriendo sin agua fría. Frené mis ganas de gritar aunque me estaba cociendo viva e intenté disfrutar del olor. La visión era agradable. Me relajé en la bañera, tumbándome mientras que suspiraba. Pero como a veces no me controlo, me tumbé de tal manera que salpiqué todo. Vela 1 murió, dejándome más cerca de la oscuridad total. Pero aún así, no perdí la calma. Así, pues, cogí a Vela 2 para intentar encender a Vela 1. La poca cera que había cayó sobre mi dedo pulgar. "¡Auch!". Dejé a Vela 1 sin encender, a Vela 2 muy rápido sobre el borde de la bañera y a mi dedo que además de perder las yemas se había cocido la uña. Cuidadosamente, volví a intentar relajarme. Conseguí pasar unos cinco minutos de tranquilidad.

Pensé en cosas bonitas y cosas en plan autoayuda como las olas del mar en una isla paradisíaca.

Pero no tardé en marearme. Así que me incorporé. Recordé que aquel incienso era el único de los tres que en ocasiones me mareaba. Acabé estornudando... sobre Vela 2. Se apagó, y al estar cerca del borde se cayó. Oscuridad.

-Acojonante.-Sólo pude decir eso.

Empecé a sentir materia sólida tocando mi cuerpo. Me asusté, hasta que me di cuenta de que era la cera. Para colmo, la música se apagó. Olvidé poner a cargar la PSP. Soledad, oscuridad y silencio. Empapada en leche, agua y sudor, salí de la bañera, inundando el baño. Pensaba "Verás, ahora no se abrirá la puerta". Con miedo, la intenté abrir. Afortunadamente, así fue. Aún así, aún estaba asustada. Pensé en aquella imagen que había encontrado esta mañana en internet. (Si alguien quiere buscarla, que ponga "Squidward's suicide" La encontré mientras que veía unos vídeos de Bob Esponja. Casualmente, llevaba varios días con miedo a encontrarme algún día con los alrededores de mis ojos negros y los mismos inyectados en sangre. Cuando ya vi esa imagen fue como... no sé, pero llevaba asustada por esa imagen unas horas). Encendí la luz y mis miedos se desvanecieron.

Así que tomé una simple ducha y me puse a darlo todo cantando felizmente y me sentí mucho más relajada de lo que hubiera podido sentirme con ese baño de leche. Al salir me fui con mis gatos, contra los que tuve que luchar por la posesión de mi cama, y me reí de todo lo sucedido.

sábado, 28 de mayo de 2011

La resistencia es fútil.

Despertarse de buen humor y rápido tras una siesta es algo que, al menos para mí, es prácticamente imposible. Generalmente, siempre hay ganas de darse la vuelta y seguir durmiendo. Ese es el poder de la terrible siesta.

Total, que esta misma tarde, desafiando mi norma de levantarme blasfemando tras una siesta, he despertado alegre y prácticamente cantando "I'm walking on sunshine". Consciente de lo raro que es que esto suceda en un ser pesimista como yo, decidí aprovechar y levantarme pronto con mi buen humor y salir a dar un paseo por la tarde madrileña e irme con mi familia a ver la Feria del Libro o algo.

Pero si yo soy una persona pesimista es por algo, y es porque soy gafe. La sonrisa con la que me levanté se desdibujó al darme con toda la fuerza inspiradora de un sueño reparador contra la barra de metal que forma uno de los lados de la litera que está sobre mi cabeza. No grité, no me cagué en nadie. Permanecí silenciosa, medio agachada y tratando de asimilar la situación. Realmente, no noté dolor hasta unos escasos segundos después del golpe.

Con unas ganas terribles de echarme a llorar como cuando me sangraban las rodillas de pequeña, decidí que lo mejor era buscar consuelo en algo o alguien para evitarlo. Con un hilo de voz, dije "Lila", con el fin de que se dejase coger. Pero la gatita está de celo, eso quiere decir que pasa de mí como de comer mierda. Así que se fue a maullar todas sus penas al salón, dejándome a mí sola en la habitación y casi no me tenía en pie.

Decidí hacer un esfuerzo e ir a tirarme a los brazos de mi mamita y que me cantase "Sana, sana". Pero me llevé una desagradable sorpresa al ver que no estaba en el salón y, realmente, no sabía dónde estaba (Recordemos que estaba desorientada por el golpe). Así que con un terrible sentimiento de desamparo, me dirigí a la cocina, esa eterna amiga. Cogí una galletita de caramelo y me tomé un trago de agua. Ya me sentía mejor, ya no tenía ganas de llorar. Aún así, haciendo eses cual borrachuza del tres al cuarto, me dirigí a mi habitación donde, nada más ver la cama, me tiré a por ella (No sin antes postrarme ante la litera, con el fin de no darme otro golpe) y me volví a quedar dormida.

Es en ese momento cuando me doy cuenta de que la resistencia contra mis leyes naturales es inútil. Yo SIEMPRE me daré la vuelta y seguiré durmiendo o me cagaré en lo primero que pille. Soy un animal de costumbres, y a mi subconsciente no le gustan los cambios radicales.