lunes, 6 de junio de 2011

La tormenta, una historia de superación madre e hija.

Antes de comenzar esta entada, quiero pedir un favor a todo aquel que lea este blog, ya sea por casualidad o por que lo sigue o lo que sea, no me importa.

Visualizaesta imágen: Un parque natural sometido a la fuerza e una fuerte tormenta. A dos mujeres pelirrojas, madre e hija, empapadas, con toda la ropa transparentada en medio de ese parque y con miedo de los rayos que caen. Si van hacia atrás seguirán igual que si van hacia delante, por lo que luchan por ir adelante. Hace frío. El estrés les causa risas, la una tira de la otra... bien, visualízala mientras escuchas esto:

Ok, ahora me voy a dejar de tragedia barata y voy a contar la verdadera historia. Es muy similar a lo que he contado, pero más detallado.

Todo comenzó el sábado por la tarde. Mi madre y yo estábamos tan tranquilas en casa cuando decidimos salir a dar un paseo. Quería buscar inspiración desde las barcas del retiro, puesto que tras casi un año de sequía creativa he conseguido tener ideas para escribir. Salimos bien fresquitas porque hacía solecito y se estba a gustito en la calle.

Chispea. Le digo a mi madre que solo son cuatro gotas, que sigamos adelante. Y así lo hacemos. Deja de chispear. Entramos en el Retiro y tan contentas. Caminamos escuchando música con sonrisas en la cara, vamos, de anuncio que estábamos. Yo, tan pensando en mis cosas que iba, que me torcí el tobillo y me dí uno de los piñazos de mi vida (Aunque no tan desastroso como mi caída del imperio romano personal. Ya contaré esa historia más adelante). Esto provocó que me pusiera de mala leche debido a mi orgullo herido. Mi madre, ejerciendo de madre, me dijo que si estaba bien, si me dolí, si volvíamos a casa... pero yo no estaba de humor para preguntitas de cortesía, así que le espeté:

-Anda, calla y escucha música, hermosa.

Nada más soltar eso, se me pasó la mala leche y nos empezamos a reír. Mi madre me ofreció llevar el cuaderno que llevaba en la mano, acepté. Mi mala leche provocó la ira de los dioses, y empezó a llover con sutileza. Y maldita la hora en que le dije a mi madre:

-¡Protege ese cuaderno con tu vida!

Primer rayo. Decido guardar el cuaderno bajo mi camiseta. Para cuando llegamos a la zona de la feria del libro, la gente había comenzado el efecto pingüino (arrejuntamiento multitudinario) bajo los toldos de los puestos. Pero nosoras ya hechas una sopa, seguimos adelante. Partiéndonos la caja, ella no se creía lo que pasaba y yo cantaba bajo la llvia, lo que, según creo, hizo que los Dioses se lo tomasen como una afrenta terrible y se vengaron pero bien con el diluvio universal adaptado al 2011. Total, que llegadas a las barcas a las que yo quería subir, el cielo estba gris, hacía viento y con la lluvia no se veía prácticamente nada.

No sabíamos si volver a casa o seguir rumbo al McDonald's, que era nuestro plan en un principio. Y tal y como estaban las cosas, nos decantamos por perseguir nuestra ansiada hamburguesa. Y así, con los zapatos llenos de agua cual Titánic, continuamos con nuestro camino, esperando a despertarnos en cualquier momento y ver que esta situación solo había sido un mal sueño. Pero no.

Aún así, nos alegró ver que no eramos las Forever Alone del Retiro. El diluvio también le afectaba a mucha más gente. Mal de muchos, consuelo de tontos, pero ¿Quién rechaza tal consuelo cuando está viendo que se va a pillar la pulmonía de su vida? Además de las bromas que hacíamos al respecto con la situación, que nos tenían matadas de la risa, situaciones como la del grupito formado por 4 hombres y una fémina se paró en seco para gritarle a la mujer:

-¡¡Ana, coño, no te pintes ahora!!

Cabe destacar que ella era la única que llevaba paraguas y que los demás estaban en una situación como la nuestra. Y entonces, como una burla, aparece un brillante sol entre las nubes, sólo para recordarnos su existencia. Pero eso no significaba que fuese a parar de llover, nah. Siguió lloviendo a mares, incluso mientras que comíamos. Para colmo, el secador del restaurante no funcionaba, así que dejamos un rastro de agua por todo el lugar.

Y así termina la trágica historia. Con muchos buenos recuerdos, pero a mí me ha dejado la espalda tocada.

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