sábado, 23 de abril de 2011

Yo las amo, ellas me odian.

Son las cinco de la mañana y yo todavía no consigo dormirme. Lo he intentado, he dado vueltas y vueltas entre el colchón y la sábana, sin resultados óptimos. Pero no me he movido hasta ahora, porque tenía a la gata acurrucada contra mí, con su cabecita reposando sobre mi brazo y una respiración tranquila. Claro, me daba pena despertarla. Me entraron ganas de ir al baño, pero no quería fastidiar a la gata. La jodida no se dignó a levantar su gordo corpachón hasta media hora después, cuando había tenido un envidiable y plácido sueño. Total, corrí al baño y encendí el ordenador.

Durante la media hora que he estado en la cama, m ha dado por pensar en las flores. Me encantan las flores. Las rosas blancas y las adelfas son mis favoritas. Aunque también me gustan los narcisos, los botones de oro y los nenúfares.Siempre he querido comprarme flores. Quizá mañana me pase por la floristería y me dé un caprichito.

Entonces, recordé una anécdota que sucedió el sábado pasado con mi mejor amigo, Carlos. Aquel sábado, mi familia celebraba el cumpleaños de mi padre y dos de mis primos. Mi padre me dejó llevar a Carlos. La familia ya lo conocía del día de Navidad, que se vino a comer. Bueno, el cumpleaños se celebró en la casa del pueblo en Valdeporrillo Valdemorillo.

Al llegar ahí, me sentía mareada. He de decir que me mareo hasta columpiándome, lo que quiere decir que es habitual verme así. Total, que Carlos y yo nos fuimos a dar una vuelta por los alrededores, ara llegar al parque infantil. Por las áreas verdes de la zona (Escasas, puesto que es una urbanización bastante poblada) habían florecido margaritas. Como dos almas románticas que somos, decidimos jugar al clásico "Me quiere, no me quiere". Tomé la iniciativa al arrancar la margarita y ahí empezó mi desdicha al ver como mi vena vasca empezaba a sobresalir cuando arranqué una margarita de raíz. Al intento número dos, las cosas no se torcieron tanto. Cada uno cogió 3 margaritas.

Empezamos. Él en inglés, yo en español.

-¡Me quiereeee!-Dijo Carlos contento.
-Bueno, el no ya lo tenía asegurado...-Dije, mientras tiraba el tallo y continuaba con voz esperanzada.-Además, aún me quedan dos margaritas más.

Repetimos la operación. A él le quiere. A mí no. Ya me empiezo a mosquear, la sangre empieza a calentarse y tiro el tallo más enfadada.

Decido comprobar cual de estos dichos es el que funciona de verdad "No hay dos sin tres" o "A la tercera va la vencida".

Una vez más, repetimos, como con las natillas. A él le quiere. A mí no. Me paro en seco. Charlie se gira al ver que no sigo su paso. Tras unos segundos así, me decido a abrir la boca. Sin embargo, no reacciono con enfado.

-No es justo... y lo peor es que tienen razón...

Bueno, esos fueron los momentos tristes de lo sucedido, pero a los pocos segundos se me pasó y seguimos nuestro camino hacia el parque donde ya me había olvidado de las margaritas.

Así que para terminar, Charlie, te diré algo que no te digo tan a menudo como me gustaría: gracias por estar ahí.

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